La primera obra de Juan Rulfo sigue vigente entre los lectores

Creador de un imaginario

La primera obra de Juan Rulfo sigue vigente entre los lectores

Creador de un imaginario
La primera obra de Juan Rulfo sigue vigente entre los lectores

Acerca de Juan Rulfo se sabe mucho y poco, tanto para entender que es uno de los mejores escritores mexicanos y tan poco como para conocer aspectos de su vida personal, la cual siempre mantuvo en el hermetismo.

Se conoce que fue un aficionado a la fotografía y al cine, que fue amigo y paisano de Juan José Arreola y Antonio Alatorre, compañero de Alí Chumacero; se sabe que fumaba mucho y era silencioso y, de alguna manera, adusto; que fue maestro de la generación de Salvador Elizondo, Juan García Ponce e Inés Arredondo.

Juan Nepomuceno Carlos Rulfo Vizcaíno fue un escritor mexicano, con dos obras fundamentales dentro del panorama del universo literario mexicano: El llano en llamas y Pedro Páramo, libro de cuentos y novela, respectivamente, que han permanecido en el imaginario nacional y son lecturas formativas.

En este 2023, la primera de ellas cumple 70 años de aparición. Publicado en septiembre, El llano en llamas irrumpió en el mundo mexicano como una muestra de la tradición y la modernidad de la literatura mexicana, pues, si bien seguía tratando temas de la revolución, la narrativa con que lo hacía era inusual para la época, con una estética diferente.

Compuesto, originalmente, por 15 cuentos, este libro registró el panorama asolado por la miseria y la muerte, se podría decir que todos sus personajes son personas que transitaban entre el mundo de los vivos y los muertos, entre las balas y los cementerios, entre los amores imposibles y la sexualidad entre líneas.

La primera edición contenía los cuentos: “Nos han dado la tierra”, “La Cuesta de las Comadres”, “Es que somos muy pobres”, “El hombre”, “En la madrugada”, “Talpa”, “Macario”, “El Llano en llamas”, “¡Diles que no me maten!”, “Luvina”, “La noche que lo dejaron solo”, “Paso del Norte”, “Acuérdate”, “No oyes ladrar los perros” y “Anacleto Morones”; a partir de 1971 se incluyeron dos más: “El día del derrumbe” y “La herencia de Matilde Arcángel”.

Como lector, siempre he tenido una especial debilidad por una terna de cuentos de este volumen: “Luvina”, muy especialmente, el cual considero el mejor de la serie, y el más cercano a Pedro Páramo, “Es que somos muy pobres” y “Nos han dado la tierra”.

Cuando entro al territorio de Luvina, ese páramo de polvo y silencio, reconozco las dimensiones interiores de Rulfo, los recovecos por donde andan las sombras y las palabras a medio decir.

Un cuento que, en el presente del relato no ocurre nada, pero todo acontece gracias a la memoria y el recuerdo, pues dos hombres sentados tomando cerveza caliente comienzan una charla que los lleva a Luvina, a la historia de un pueblo donde nada ocurre.

El que cuenta, el hombre de la experiencia, le dice al otro, el joven que inicia el viaje, que en ese pueblo todo es polvo, no hay hombres y el viento arrasa con todo.

El punto central, esa cúspide del cuento (y que se resume en una frase) es esta: “Escuchas eso”, le dice el hombre a su esposa; “¿Qué es?”, responde ella; “Es el silencio”, remata él.

Inicialmente, este libro iba a llevar el nombre de Los cuentos del tío Celerino, pues Rulfo decía que todo lo que narra en su libro es lo que le contó su tío, hombre que quizá nunca existió, pues ese mundo que inventa el escritor no se parece nada a la realidad, y aunque parece que lo que cuenta son hechos realistas, la imaginación es la verdadera materia prima de esta cosmogonía.

Rulfo, el ingenioso, el gran creador, el gran embustero, al que no había que creerle nada; Rulfo, el Bartleby, de esos escritores del “No”, a decir de Vila Matas, pues un día dejó de escribir y cuando se le preguntaba por qué ya no lo hacía, él sólo respondía: “se me murió mi tío Celerino, quien me contaba todas las historias”.

Pensar en Juan Rulfo es imaginar una historia de soledades y de desiertos, de palabras precisas, de voces susurradas, de vocales entre dientes, de cada una de las nostalgias de las que se componen los pueblos Jalisco.

Para los alumnos del Colegio de Ciencias y Humanidades es fundamental leer la obra de Juan Rulfo, desde los cuentos hasta su novela, pues en ella conocerán una mirada muy particular de la tradición mexicana. Un narrador lacónico, efectivo, con una prosa muy pulcra, Juan Rulfo es uno de los obligados en la etapa formativa de lectura.

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