Violeta  Vázquez  Castro

La literatura, una máquina del tiempo

La maestra, especialista en Letras Francesas e integrante del plantel Naucalpan, inició su camino docente en la FES Cuautitlán, en 1980

La literatura, una máquina del tiempo
La maestra, especialista en Letras Francesas e integrante del plantel Naucalpan, inició su camino docente en la FES Cuautitlán, en 1980

Violeta Vázquez Castro, ganadora al Reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz, no oculta su felicidad, pero tampoco su sorpresa. Se trata, asegura, de un galardón que no esperaba, pues anda “en otro canal”.

La docente del plantel Naucalpan estudió Letras Francesas en la FFyL en 1975 y recuerda que esa carrera era una novedad hace casi cinco décadas: “Éramos siete alumnos. En todas las modalidades de Letras Modernas (inglesas, francesas, alemanas e italianas) había unos 20 alumnos en total. Las licenciaturas estaban casi vacías, pero hoy están saturadas. En Letras Clásicas eran aún menos que nosotros y ahora también está llena. Había materias en las que el grupo lo conformábamos tres alumnos; entonces, ni cómo faltar. En las tareas, no había oportunidad de decir ‘no la hice’. En ese entonces dividieron los salones y los hicieron muy pequeños; cinco ‘gatos’ en cada salón”.

Vázquez Castro tiene muy clara la utilidad de su profesión: “Las lenguas te abren el mundo, vivimos en las letras, ahí nos movemos. Siempre he dicho que la literatura es la máquina del tiempo para conocer otros lugares y épocas. Podemos ir al pasado, al futuro, a donde queramos. En los años setenta, la escuela era totalmente efervescente. Vi a Mercedes Sosa en el auditorio de la Facultad, que estaba atascado, y todos cantábamos canciones de protesta”.

También recordó la manera en que ella y sus compañeros odiaban “las aguas negras del imperialismo yanqui”. Al respecto, rememora: “Yo no tomaba esa bebida, un compañero del CCH, adicto a la Coca-Cola, solía decir: ‘que me perdone el proletariado, pero me voy a tomar mi coca’. En ese tiempo todos estábamos en el mismo canal, había de dos sopas: derecha o izquierda. Y los universitarios, por lo que acaba de pasar en 1968, casi casi teníamos la obligación de ser de izquierda. Los pocos que había de derecha estaban en el clóset. Ser de derecha era avalar los sucesos trágicos”.

La maestra en Literatura Comparada señala que se inició como docente en la FES Cuautitlán, en 1980: “Yo creo que varios de nosotros traemos el gusanito de enseñar, porque mucho de lo que sabemos y aprendimos queremos trasmitirlo a otros; entonces, en cuanto se puede entras a la docencia y ya no te sales. En los años ochenta dar clases de francés en Cuautitlán era poco frecuente, se necesitaban maestros, cosa que tampoco sucede ya, como observamos con las carreras”.

Luego de eso, recuerda, “nadie quería ir a Naucalpan, así que ese plantel siempre estaba necesitado de profesores. Ahí nos juntamos muchos docentes de izquierda, hacíamos seminarios interdisciplinarios. Después cambiaron las cosas, muchos se jubilaron, otros se volvieron de derecha, el panorama cambió, ahora hay muchísimos maestros nuevos, jovencitos; los viejos ya nos tenemos que ir”.

 

Experiencia y compromiso

Lleva 39 años impartiendo clases en el plantel Naucalpan y describe su labor: “Soy del Área de Talleres de Comunicación. Cuando pláticas con profesores de otras áreas te das cuenta de que se la pasan muy bien, como los biólogos, que trabajan con bichos. Nosotros trabajamos con palabras, con textos; los matemáticos, con números. Lo interesante es complementarnos; queremos que los alumnos vean el mundo con todas estas miradas”.

La doctora en Especialización en la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera sostiene también que estudiar en el CCH es un privilegio absoluto: “Su libertad es algo genial, dentro de ella hay maestros responsables que trabajan y, por supuesto, existe el otro lado, los que se aprovechan. En la actual situación, seguramente muchos andan en otro canal”.

Al respecto de las clases a distancia afirma: “Tengo tres grupos, hacemos una videollamada y les doy instrucciones. La materia es Taller de Lectura y Redacción, así que hay mucho que leer e investigar. Los chicos han respondido y trabajado muy bien, pocos no lo han hecho”.

Sus alumnos, afirma, “ya aprendieron a estar en clase, aunque no nos veamos las caras; hay que adaptarse a lo que hay. A veces están con sus familias completas en una casa, se oye a la mamá preguntar a gritos quién quiere una torta de jamón. La cámara es peligrosa, porque aparece la mamá o la mascota. El asunto aquí es que la vida privada y la pública se traslaparon, entonces hay que marcar bien los límites”. 

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