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Conferencia de Eduardo Matos Moctezuma

En su visita a la UNAM expone la visión de los antiguos mexicanos

Conferencia de Eduardo Matos Moctezuma
En su visita a la UNAM expone la visión de los antiguos mexicanos

El pasado 6 de noviembre, cuando llegó el momento para las preguntas del público que había llenado la sala de conferencias de la Casa Universitaria del Libro (Casul), el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma atajó con buen humor: “Antes de que me pregunten lo que siempre me preguntan tengo que decirles que no, el mexicano no se ríe de la muerte, eso es literatura”.

Acababa de exponer con exquisita sencillez y, a la vez, con erudición, la visión que los antiguos mexicanos tenían sobre la vida y la muerte. Dejó claro en su conferencia que en aquel mundo se les veía como un continuo, y como una dualidad que estaba presente en muchos aspectos cotidianos de los pueblos de Mesoamérica.

El maestro en Ciencias Antropólogicas, con especialidad en Arqueología y doctor honoris causa, ambos grados por la UNAM, explicó que la idea de dicha dualidad la extraían estas culturas de la observación directa del ciclo agrícola: una constatación irrefutable y terrible de que todo muere. “Y, como las sociedades se niegan a morir, crean lugares a donde puedan ir después de la muerte”.

En su conferencia, Matos Moctezuma hizo eso y también nos explicó cómo lo muerto convivía con lo vivo en la antigüedad prehispánica.

Huitzilopochtli, dios del sol y la guerra, en su viaje, desde el amanecer hasta el mediodía; otro en el poniente para las mujeres que morían en el parto, grandes guerreras, que acompañan al sol hasta el atardecer. Otro lugar, el Tlalocan, para aquellos que morían por fenómenos relacionados con el agua y con Tláloc: inundaciones, relámpagos, etcétera. Y el conocido Mictlán, al norte, a donde iba el resto de los difuntos.

Matos Moctezuma, ayudado por imágenes de diversos códices, enterramientos y excavaciones, delineó las diversas maneras en que las culturas maya, zapoteca y mexica, entre otras, entendían los ciclos de la vida, la idea de que la muerte produce vida y cómo están presentes estos conceptos en el arte funerario o religioso.

El adoratorio de Huitzilopochtli refleja así al triunfador dios solar y guerrero “lo que justifica al mexica como un guerrero y conquistador, es decir, desde que nacemos estamos destinados al combate. El Templo Mayor representa dos montañas sagradas, juntas. El cerro de Coatepec, donde combate el sol contra la luna y las estrellas. Y el de Tláloc, que es el Tonacatépetl, el cerro de los mantenimientos, donde se guardan las semillas que el dios va a dar a los hombres”, explicó Matos. 

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