Aída Chacón Castellanos, doctora en Estudios Latinoamericanos presentó Jardín, de la cubana Dulce María Loynaz, una obra escrita en los años treinta y que ve la luz casi un siglo después: “cuando la empecé a leer, me daba la sensación de llevar horas y no era cierto, llevaba 15 minutos, fue una experiencia tan inmersiva que no me dejó ver cómo transcurría el tiempo, pensando en la perfección de la novela, en algún momento se me dificultó una idea por cómo está escrita y pensé aquí hay un error, como editores buscamos fallas, pero no, era yo leyendo mal, así que insisto, es una novela perfecta”.
La también escritora recomendó a los jóvenes del plantel Oriente, durante el Segundo Festival Cultural del CCH, que exploren y, a partir de ese gusto, busquen temáticas y autores. “Recuerden que toda lectura es una conquista”.
La licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la UNAM afirmó que este libro, un poco lejano en el tiempo, es muy interesante ya que plantea metáforas, plasticidad, paisajes que tienen pervivencia en la cultura, la novela es de una autora fallecida en 1997 que escribió una obra adelantada a su tiempo, por sus estilos, por los temas y por una perspectiva que tiene de la mujer y su momento íntimo, que lo más importante que se plantea en la novela.
Dulce María tardó siete años en terminarla, en esos tiempos no se tenía el discurso que se tiene ahora, ni la apertura como para darle el reconocimiento y valía a los mundos femeninos, a la visión de las mujeres acerca de lo cotidiano, creo que es adelantada a su tiempo porque nos empezó a hablar de una perspectiva necesaria, de género, casi noventa años de que nosotros pudiéramos empezar a dialogarlo ya en la sociedad, apuntó Aída Chacón.
“No creo que Dulce María haya escrito este libro sabiéndose feminista, podemos analizarlo así a los ojos del presente, hay imágenes que nos remontan a los espacios femeninos y el personaje de Bárbara y su jardín, los conquistan”. En el contexto de esa época, las novelas y cuentos en general tenían protagonistas varones que siempre lograban una hazaña.
Chacón considera que esta novela es una metáfora que nos dejar ver la necesidad de un espacio propio, desde la perspectiva de la escritora y el personaje, que es el jardín, personaje y escenario, que es parte de Bárbara y puede ser un espacio físico, pero también mental o emocional.