Se trata de realizar prácticas de atención y responsabilidad

Hay etapas de la vida en la que somos vulnerables

Se trata de realizar prácticas de atención y responsabilidad

Hay etapas de la vida en la que somos vulnerables
Se trata de realizar prácticas de atención y responsabilidad

En la ética contemporánea hay algunas miradas críticas a la idealización del sujeto moderno. Lo mismo Victoria Camps, Judith Butler y Joan Tronto nos recuerdan que hemos sobrestimado el sujeto moderno como un individuo soberano, libre e independiente de la historia y de los lazos sociales.

Parecería que los principios sobre la libertad configuran una sociedad individualizada y atomizada. La libertad implica que “nadie me coercione” y la autonomía exige que “yo pueda hacer de mi vida lo que yo quiera”.

Esas dos reglas serán puestas en duda como imperativos absolutos debido a reflexiones que ahondan más sobre las diferencias sustanciales que en la igualdad formal de derechos. Además de ser libres estamos sujetos al espacio y el tiempo; al azar y la contingencia.

Hay dos etapas de la vida en las que somos muy vulnerables y necesitamos más de los demás. En la infancia y en la vejez nuestra libertad y autonomía no son tan absolutas como se piensa. La crítica repara en que algunas concepciones originadas en la modernidad han pensado en un sujeto ideal.

Se idealiza un individuo que no es objeto de ninguna discriminación y carencia, que goza de salud y solvencia económica, sin reparar en que estas características no son propias ni de la infancia, ni de la vejez, ni en muchos grupos sociales.

Estas críticas nos deben ayudar a pensar en la forma en que concebimos la autonomía y en la necesidad de mirar con mayor detalle las etapas y las condiciones de vida. Todos experimentamos, por períodos largos o cortos, una situación de dependencia y una necesidad de cuidado, pero no siempre pensamos en ello.

La ética del cuidado, nos dice Victoria Camps, no plantea aplicar principios universales o teorizar sobre el bien. Estas éticas apuntan más a realizar prácticas cotidianas para el desarrollo de la sensibilidad moral. Así, cuando se define la ética del cuidado como una “práctica”, se plantea seguir ciertas acciones y disposiciones.

Camps, siguiendo a Joan Tronto, nos dice que el cuidado puede analizarse en distintas actitudes: la atención y el cuidado, cuidar con responsabilidad, ser competente para cuidar, ser receptivo del cuidado y ofrecerlo.

Cada una implican distintas disposiciones morales. No es un asunto de un cálculo racional, se requiere de suficiente sensibilidad para ver que alguien necesita atención y cuidado.

La responsabilidad implica sentirse obligado de hacerse cargo de la persona o ayudarla; la competencia indica entender las necesidades de la persona, sus deseos y su capacidad de autonomía mermada por la edad, y, por último, la capacidad de ofrecer una respuesta pone de relieve la observación de la necesidad de la persona y realizar el acto de cuidado.

Así, cuando se propone una ética del cuidado y se formula como una disposición o actitud práctica, se remite a condiciones mentales que posibilitan el cuidado. Entre otras, la capacidad de percepción, las creencias que alguien puede formarse al ver que otro necesita atención y el deseo de hacerlo.

Educar para el cuidado implica un ejercicio amplio de interés y acompañamiento. Joan Tronto extiende las obligaciones de cuidado a la democracia en su conjunto.

Entiende el cuidado como un valor público derivado de la teoría de que todos somos, en algún momento de nuestras vidas, “receptores de cuidados” y, en consecuencia, a todos nos corresponde recíprocamente asumir la condición de ser “dadores de cuidado”.

Se trata de entender la ética del cuidado como una forma de reciprocidad que en algunas sociedades se recuerda poco cuando somos “receptores” y se olvida cuando debemos ser “dadores”, o bien se suele generizar los cuidados como una tarea femenina, cuando en realidad debería ser vista como una forma de justicia, en tanto que expresa la mayor de las reciprocidades humanamente deseables.

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