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Carlos Lomas, doctor en Filología Hispánica

Es esencial vindicar el tejido ético y afectivo de la educación, opina el especialista

Carlos Lomas, doctor en Filología Hispánica
Es esencial vindicar el tejido ético y afectivo de la educación, opina el especialista

Si algo puso de manifiesto la pandemia por coronavirus en el mundo de la educación es que la enseñanza no es sólo instrucción. Durante meses las escuelas han estado y siguen estando en algunos lugares vacías, y las clases, allí donde no hubo una brecha digital que impidiera la comunicación por internet, han tenido lugar en un hábitat virtual de celulares, computadoras y plataformas digitales que hicieron posible en esta coyuntura anómala una cierta transmisión de los contenidos de las asignaturas en medio del desasosiego y de la inquietud de docentes, estudiantes y familias.

Así lo considera Carlos Lomas, doctor en Filología Hispánica y asesor de formación del profesorado en el Centro del Profesorado y de Recursos de Gijón, España, al hablar sobre cuáles son los tres cambios más grandes que la contingencia sanitaria mundial ha provocado en la práctica educativa.

En primer lugar, la dificultad de organizar las enseñanzas a través de la distancia virtual a causa de la brecha digital que ha visibilizado la desigualdad de los grupos vulnerables de la sociedad en el acceso a la información educativa disponible en internet. En los hogares menos favorecidos, a menudo no se disponía ni de dispositivos (computadoras, tabletas digitales…) ni de una conexión adecuada, y ello ha aumentado el rezago escolar y, en ocasiones, ha traído consigo el abandono definitivo de la escolarización de esos alumnos y de esas alumnas que parecen haber nacido para perder.

En segundo lugar, la educación a distancia ha puesto de manifiesto una insuficiente formación de un sector del profesorado en el uso tanto técnico como didáctico de las herramientas digitales, así como un diseño de materiales y recursos escasamente atractivo.

Y, en tercer lugar, la pandemia ha mostrado con claridad, en este tiempo en el que vivimos alejados de las escuelas, que no hay tecnología digital ni educación a distancia que sustituya el poder de las palabras en el aula, ni plataforma en línea que sea capaz de tejer los vínculos y los aprendizajes que se enhebran en el salón de clase con los hilos del hablar, del escuchar, del leer, del escribir y del entender lo que se escucha, lo que se lee y lo que se escribe.

Por ello, ahora que poco a poco volvemos a las aulas y a la educación tal como la dejamos hace año y medio, es esencial vindicar el tejido ético y afectivo de la educación. Es esencial seguir tejiendo la urdimbre de las conversaciones, de las lecturas y las escrituras que hacen posible el acceso al conocimiento escolar y social. Es esencial, en fin, seguir tejiendo en los salones de clase los saberes, las destrezas y las actitudes que hacen posible que las escuelas sean escenarios compartidos de aprendizajes, equidad, convivencia armoniosa y democracia.

En cuanto a cuáles son las nuevas formas, formatos y perspectivas de la enseñanza-aprendizaje adoptados durante la pandemia, el autor de Los años del colegio en la literatura (México, 2005), en colaboración con Ysabel Gracida Juárez, profesora del plantel Vallejo del CCH, y Textos literarios y contextos escolares (Graó, 2008), señaló que el uso de formatos digitales, y en ocasiones televisivos, para apoyar el aprendizaje escolar en este tiempo (en que no era aconsejable por razones de salud pública acudir a las aulas), ha sido la estrategia obligada en tiempos de pandemia y quizá ha acelerado la inclusión de las tecnologías digitales en la educación.

Pensemos en que esta pandemia, si hubiera ocurrido hace apenas 30 años, hubiera desescolarizado por completo durante este tiempo a toda la población escolar. Por ello, hay que valorar de manera positiva lo que nos han aportado esas herramientas digitales como antídotos contra los efectos indeseables de la pandemia en el contexto escolar, pero también han mostrado que su valor no es absoluto y  que en ningún caso han de sustituir lo que ha sido y sigue siendo el sentido y el significado de la educación: adquirir aprendizajes (no sólo cognitivos sino también actitudinales e ideológicos) en un tiempo y en un espacio compartidos, cuerpo a cuerpo, de viva voz, en vivo y en directo, y no sólo ante la pantalla de la computadora. 

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