Seguridad alimentaria

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Responder a la pregunta “¿qué estoy comiendo?”, permite visualizar el impacto ambiental de ciertos alimentos, pero también advertir si realmente su ingesta aporta los nutrientes esenciales para mantener condiciones óptimas de salud.

Estos dos elementos forman parte de las investigaciones que ha desarrollado María José Ibarrola Rivas, científica del Instituto de Geografía, en su búsqueda por encontrar alimentos que generen menor impacto ambiental y aporten mayores nutrientes.

A través de la conferencia “¿Se pueden tener dietas sustentables para toda la población mexicana?”, organizada por la Coordinación del Programa Jóvenes hacia la Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales, la académica compartió a estudiantes cecehacheros la propuesta de dieta sustentable, la cual tiene dos objetivos: reducir el impacto ambiental y alcanzar la seguridad alimentaria accesible y asequible para todos.

En 2019, explicó, una comisión internacional de expertos sobre nutrición propuso una dieta de salud planetaria, sin embargo, su aplicación tenía que atender cada contexto social. En dicha investigación se presentó una tabla con las especificaciones de cuánta cantidad de agua o de territorio se necesitan para obtener un kilogramo de verduras o de carne animal.

Entre los ejemplos destacó que, para tener un kilo de maíz, se necesitan de mil 222 litros de agua, para un kilo de plátano 790 litros y 287 litros para un kilo de papas; mientras que para la misma cantidad de carne roja, son necesarios 15 mil 415 litros.

La producción de alimentos genera un inmenso impacto ambiental, ya que se utiliza una gran cantidad de recursos naturales. El uso de suelo para la agricultura y la ganadería es el principal agente de deforestación; además, también tiene un alto consumo de agua, agregó.

Por otro lado, Ibarrola Rivas dijo que el empleo de pesticidas y agroquímicos es altamente contaminante y provoca la contaminación de agua o suelo, lo que ha traído importantes efectos en la salud. Aunado a esto, son altos consumidores de energía, debido al empleo de maquinaria, el transporte de los productos y su almacenamiento.

La aplicación de fertilizantes, indicó, ha facilitado el aumento en la producción de varios cultivos, lo que ha reducido la hambruna; sin embargo, 70 por ciento de estos elementos se quedan en el suelo y pueden llegar a contaminar ríos, generando problemas ambientales.

Todo lo anterior también es consecuencia del crecimiento de la población humana, “ya alcanzamos el límite, y sigue aumentando cada día. Esto ha provocado un cambio de vida, principalmente ha aumentado el consumo de una dieta, que han llamado ‘lujosa’, pero que trae consigo implicaciones ambientales”.

Frente a esto, la especialista recalcó que se ha dado otra problemática, una sindemia, es decir, la combinación de dos problemas de salud: la desnutrición, cuando se tiene un déficit alimentario; y la malnutrición, llamada también hambre oculta, en la que se consumen alimentos, incluso en exceso, pero no son sanos, lo que ha provocado altos casos de obesidad y diabetes. En México, 80 por ciento de la población tiene problemas de malnutrición.

Ante este contexto, hay una solución: la dieta sustentable. Afirmó que la dieta tradicional mexicana es asequible, ya que su consumo incluye granos y vegetales y menos carnes, el reto es la creatividad para cocinarlos de diversas maneras. Aun así, señaló, el tema deja preguntas y campo para analizar.

Por ello llamó a generar datos para crear conciencia. “Se necesitan muchas cabezas y manos en este tema. Particularmente se dirigió a las jóvenes: si sienten interés por las STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), que se enfocan en entender cómo funciona el mundo, los invito a seguir su pasión. Con diferentes visiones se logra una visión integral”.

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