Montevideo

Recorrido por la Biblioteca Nacional

Dos historias de Herrera y Reissig y José Pedro Bellan

Recorrido por la Biblioteca Nacional
Dos historias de Herrera y Reissig y José Pedro Bellan

Es otoño en Montevideo, hace dos días el aire me levantó la pollera y vi a una anciana caminar como atravesando una pared de viento; el cielo por las tardes es de un plata pardo.

Me reconforta caminar por los alrededores de la Biblioteca Nacional porque hay restaurantes y librerías de viejo.

Los domingos está la feria de Tristán Narvaja donde, además de otras cosas, venden antigüedades: piezas religiosas, estatuas, cubiertos, vajillas, relojes y joyas de todo tipo, entre infinidad de miniaturas inclasificables y libros.

Me compré un relicario de cobre que tiene una llave diminuta. Tuve el pensamiento fugaz de que era una máquina para viajar en el tiempo.

Una tarde, la mano blanca y acolchada de Virginia, la encargada del archivo literario en la BIBNA, me acercó un periódico de principios del XX con un cuento de José Pedro Bellan (1889-1930) titulado El busto.

“Leélo”, me dijo con su voz lechosa y tierna. La publicación tiene la imagen de un hombre sentado con un cigarrillo en una mano y una pluma en la otra, de su escritorio sobresale un busto blanco de mujer. 

El hombre está en actitud dubitativa, se trata de Arturo Malet recién casado con Margarita después de un año de haber enterrado a Isabel su primera esposa.

Todo transcurre en relativa calma hasta que Margarita se incomoda con la mirada de mármol de Isabel y convence a Arturo para cambiarla a la sala donde estará con otros objetos.

El desasosiego continúa y Margarita logra que Arturo ponga el busto sobre la tumba de la muerta. Al final los dos “brazos invisibles de Isabel” continúan “tendidos en una ofrenda”, mientras Arturo sale cabizbajo del cementerio. Al día siguiente había en mi escritorio otro periódico antiguo con una nota que decía “leélo”.

El cuento era de Julio Herrera y Reissig (1875-1910), poeta adicto a la morfina, siempre enfermo. El traje lila cuenta la historia de Carlos, que escoge amar a Laura y no a Violeta, las dos son hermanas; toma la decisión cuando la ve aparecer con su traje lila de encajes negros cruzando una glorieta.

Laura es tísica y llena su pañuelo de constelaciones de sangre mientras Carlos lo atesora entre sus manos ansiosas. Cuando ella muere, sólo le queda la glorieta y el traje lila.

La glorieta es un altar, allí Violeta llora pidiéndole perdón a la muerta por amar y casarse con Carlos mientras acaricia a Olímpica su gata. En un arranque de celos lilas, Violeta destruye la glorieta, pero termina por asumirse como Laura enfundada en el traje lila de encajes negros.

Regresé de comer a seguir trabajando en los manuscritos; sobre la tabla de corte estaba la pequeña caja de bronce comprada en la feria de Tristán Narvaja. Primero el aire acondicionado voló unas hojas de mi escritorio, yo puse mi mano sobre mi pollera negra.

Giré la llave diminuta de la caja de bronce y descubrí un recorte de la Gaceta finamente doblado que decía: “Leda Rendón, colaboradora nuestra, maestra del CCH, desapareció en Montevideo, entró a la Biblioteca Nacional y nunca salió”. 

Pensé entonces en el traje lila de Laura del cuento de Herrera y Reissig, recordé el busto de Isabel en la historia de José Pedro Bellan y busqué el recorte que me había dado Virginia del segundo.

Lo encontré, acaricié la dermis delgada y suave de la hoja, vi mi mano transparente; y me vi desde el periódico, ya convertida en piel de árbol, leyendo un periódico antiguo en el archivo literario, era yo una enajenada adorando vestigios en papel, atrapada para siempre.

 

Referencia:

Bellan, J. P. (1921). El Busto. Atlántida.

Herrera, J. (s/f). “El traje lila”. El país de los juegos. Fascículo IV.

 

Compartir: