En 2018 escribí el artículo “Parábola y palabra”, en torno a la poesía de Jaime Labastida, en un diario de circulación nacional; en ese entonces, dediqué parte de mi tiempo a revisitar la obra de algunos autores de la tradición poética mexicana, como lo son a los pertenecientes al grupo La espiga amotinada.
En esta quintenta se cuentan poetas tan potentes como Óscar Oliva y Juan Bañuelos, el extraordinario narrador Eraclio Zepada un injustamente olvidado Jaime Augusto Shelley y el mismo Labastida, acaso el de mayor renombre por su gestión directiva en la Academia Mexicana de la Lengua y la editorial Siglo XXI.
Unas semanas después de publicado el artículo, recibí la llamada de Jaime Labastida, quien me pidió visitarlo en las instalaciones de Siglo XXI, en Cerro del Agua, para charlar sobre mi artículo y demás asuntos literarios. Nuestra conversación giró en torno a un tema central: la poesía; por aquel entonces, yo había publicado mi primer libro de poesía y tuve la oportunidad de recibir algunos comentarios generosos al respecto.
Desde ese momento, entablamos una comunicación que se basó en la poesía y el poema, que se mantendría intermitente, pero siempre cordial y sincera.
Casi un año después, Labastida lanzó un texto a medio caballo entre la academia y la docencia, Lección de poesía, que en 2020 el Colegio de Ciencias y Humanidades editó en conjunto con la Academia Mexicana de la Lengua, en su colección La Academia para Jóvenes, para favorecer el aprendizaje de literatura entre los estudiantes del Colegio.
También tuve la oportunidad de entrevistar al catedrático por Lección de poesía que, como lo dice su nombre, es un acercamiento, una clase de poesía cero, pues el autor parte desde el término de poesía en su germen, debate sobre la labor del poeta (creador) y del versificador (que no son lo mismo), así como del poder de la palabra y sus enormes posibilidades evocativas, de polisemia y musicalidad.
Esta, una disertación pedagógica, parte de un cuestionamiento genuino y complejo: ¿se puede enseñar poesía?; el libro nos va dando pistas, argumentos estilísticos y teóricos sobre la construcción de un poema, aunque reconoce que la poesía misma, el “genio”, la sensibilidad son muy distintos, y no se enseñan, como lo muestra el debate entre Protágoras y Sócrates, quienes confrontan el oficio contra la creación.
La travesía por este libro va desde elementos como la construcción de un poema, las escuelas (más importantes) por donde ha atravesado la poesía, la figura retórica, el infaltable ritmo (y sus posibilidades), las varientes tipográficas e incluso la composición del poema en la hoja (involucrando blancos activos, es decir, silencios dentro del poema).
Al final, y como es costumbre del Labastida antologador -lo hizo en su clásico, El amor, el sueño y la muerte en la poesía mexicana-, propone para el lector una colección de poemas en los que va diseccionando elementos del poema mismo para ejemplificar mejor lo que a lo largo del libro ensayó y esgrimió, y los autores van de Pablo Neruda, César Vallejo, Octavio Paz, Ramón López Velarde, sor Juana Inés, Fray Luis de León, entre otros.
Sin duda, en este libro encontramos a un autor sin pretensiones academicistas; como ocurren en La palabra enemiga, donde es común hallar a un autor con altos vuelos, hablándole a un lector con una experiencia, con la profundidad del intelectual que fisura el poema sin dar explicaciones, sino yendo con la confianza de que, quien lo lee, sabe -per se- de qué está reflexionando.
En Lección de poesía, Jaime Labastida se acerca a un público joven, entiende que el interesado en estas páginas tiene poca o nula instrucción en artes literarias, por lo que se toma el tiempo, incluso, de crear un glosario de términos para el mejor entendimiento de la clase misma.
Por eso, es de suma relevancia para la comunidad cecehacera contar con libros como éste, que es un excelente apoyo para las clases de lectura y redacción, pone pautas sobre literatura y permite entrar al complejo mundo de la lírica con apoyo y orientación.
