El significado de lo que es ser mujer tiene varias interpretaciones. Simone de Beauvoir sostiene que “no se nace mujer, llega una a serlo” y esto supone que ser mujer es una construcción social.
Interpretar de esta forma lo que es ser mujer deja de lado la biología, que también nos constituye, pero también desconoce los símbolos que en muchas tradiciones han concebido a la mujer desde su capacidad de gestar, lo cual genera símbolos espirituales, que forjan lo maternal, que significa dádiva, cuidado, atención, amor y ternura, entre otras.
La visión de gestar no requiere que la mujer sea madre necesariamente, su propia biología genera una especial atención a las personas; dice la científica Helena Cronin que las mujeres eligen carreras que implican cuidado y trabajan con personas en un 87 por ciento.
Vale preguntar a quienes sostienen que ser mujer es una construcción social, su comportamiento ha sido asignado por los roles de género, y una persona puede elegir cómo se quiere identificar: cuándo menstruas, ¿lo estás eligiendo?
Por otro lado, al negar que la menstruación y la biología constituyen también el ser mujer hace que se pierda y se trastoque las funciones revitalizantes del ser mujer.
La menstruación genera sustancias y hormonas como el cuerpo amarillo, que fluye hacia el cerebro y permite a la mujer desarrollar la intuición, emociones de cercanía y crea oxitocina que forja vínculos.
Genera la capacidad de la mujer de estar amorosamente cercana al bebé y esto funda un símbolo que las tradiciones veneraban; esto da sentido a lo social, que alguien cuide al bebé y lo haga con amor.
El problema con negar la biología en la mujer es que se deteriora el proceso de las funciones en la menstruación.
A la larga, el descuido del cuerpo acarrea serias enfermedades, por concentrarse demasiado en labores competitivas.
El cuerpo de la mujer es un templo divino de exquisitas funciones, que hacen de sus hormonas y cerebro un lugar luminoso que llevan a fertilizar eróticamente el mundo.
Eros no quiere decir sexualidad, Eros se conecta armoniosamente con los otros seres humanos, para construir un mundo donde reina la paz, el amor y la salud, esta última porque el símbolo femenino construye un hogar como santuario. Este hogar se construye día a día, y como hay calma, entonces hay tiempo de escucha.
Recuperar la idea de que el cuerpo también nos constituye, da un margen para crear un ambiente de paz, por el cuidado que cada mujer realiza sobre sí y eso también genera estrógenos que conducen a la paz interior, lo cual es sumamente atractivo para los varones.
El Dr. Laveaga explica que cuando se genera dopamina se libera una actitud de agrado. Entonces, liberar también oxitocina hace sentirse bien a las personas y a quienes te acompañan, porque es la hormona del apego y del amor.
A veces, señala el Dr. Laveaga, el no generar oxitocina puede llevar al suicidio. Por eso, no se debe menoscabar el grado de importancia de cuidar el cuerpo con dieta sana, ejercicio, baños de sol, tiempos de reposo y de respiración y momentos en silencio.
Si la mujer tiene amor propio, se conoce, puede ver en su interior y genera un impacto a través de su autenticidad. La imagen de esa mujer activa algo demasiado vivo, demasiado intenso, señala Jung. La intuición genera una libertad emocional y una dignidad de saber que “yo valgo”.
A veces cuando buscamos buenas relaciones, es necesario primero generar salud y buscar la paz interior desde el cultivo del silencio, desde el cultivo del propio cuerpo. En ese sentido es importante reconocer que ser mujer es algo híbrido y plural, no solo es construcción social. Ser mujer se constituye biológica y anímicamente. Es necesario renacer volviendo a ver el cuerpo y el alma en sintonía.