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Un gran efecto en el público

Esta obra toma en cuenta al espectador; se preocupa por su experiencia lúdica

Un gran efecto en el público
Esta obra toma en cuenta al espectador; se preocupa por su experiencia lúdica

En 2023, en el Foro Sor Juana, ubicado en el Centro Cultural Universitario, se estrenó la obra Algodón de azúcar, escrita y dirigida por Gabriela Ochoa.

Este espacio pequeño y con una disposición inusual, con dos frentes en escuadra y dos niveles, plantea retos inusuales para el diseño del dispositivo escénico.

En esta puesta en escena, Félix Arrollo resolvió con solvencia estas dificultades al construir un trasto en dos niveles, con entradas frontales y laterales que permitían que cualquier espectador, independientemente del lugar que ocupara en el foro, tuviera una vista privilegiada del evento escénico.

Una obra que toma en cuenta al espectador, preocupándose y ocupándose de su experiencia, ya nos invitaba a imaginar que sería exitosa, pero supongo que ni la misma compañía imaginaba el impacto que su producción tendría.

A dos años de haber nacido, esta obra aún llena los teatros en los que se presenta, incluso, para dar cabida a todo el público que quiere verla, cuando regresó a la UNAM lo hizo en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, con un aforo de 440 espectadores.

El pasado 13 de julio esta obra regresó para una segunda temporada al Centro Cultural del Bosque, y develó placa de 100 representaciones en el Teatro Julio Castillo, que tiene capacidad para 800 espectadores y que también estuvo lleno.

El elenco está conformado por Alejandro Morales, Romina Coccio, Carolina Garibay, Miguel Romero y Francisco Mena; la música en vivo fue interpretada por Misha Marks.

Sin embargo, el éxito de la puesta va más allá, pues se ha convertido en una obra de culto, a la que los espectadores regresan, ahora vestidos de payasos, como los propios personajes.

Esta sinergia que genera entre su público resulta verdaderamente sorprendente si tomamos en cuenta que la obra no es comercial, los actores no son estrellas de televisión y la propuesta no es realista. Al ser testigo de ella, vale la pena preguntarse ¿qué hay en Algodón de azúcar que nos atrapa y que ha construido una relación tan peculiar con su público?

Desde luego que parte de su éxito se sostiene en lo textual, pues es una historia sólida dramáticamente. Asimismo, la calidad tan homogénea de los seis intérpretes dando vida a más de un personaje, usando con precisión distintas tesituras vocales y con propuestas corporales y energéticas específicas y pertinentes, también contribuyen a que el público agradezca la propuesta.

Igualmente, la dirección es precisa e intuitiva, construye bellísimas imágenes escénicas que se sostienen de manera natural, sin traicionar la partitura rítmica de cada uno de los cuadros.

Sin embargo, en el teatro no comercial suele darse a menudo que buenos actores y directores trabajen con materiales dramáticos bien construidos, pero en la gran mayoría de los casos los resultados son muy distintos a los que ha tenido Algodón de azúcar.

Esta producción se sostiene en la calidad de todos los artistas escénicos que trabajan en ella, por supuesto, pero vive en los espectadores por la generosidad con la que el grupo trabaja para su público. No hay en toda la producción ningún exceso, ni excentricidad.

La producción busca que el público disfrute la experiencia y une todos sus esfuerzos para que esto suceda. Nadie se luce individualmente, nadie busca estar por encima de nadie, ni en cuanto a las actuaciones, ni en cuanto a los diseños. Se busca caminar juntos para llegar a una meta que nos conmueve a todos, incluso al equipo mismo. Pero, además, se hace siempre pensando que el público es sensible e inteligente.

Las metáforas escénicas se ofrecen sin explicaciones, pero con claridad. La propuesta confía en el público y lo hace partícipe del evento. Por eso, pienso que Algodón de azúcar es, además de una historia digna de contarse, una producción digna de discutirse como una historia de éxito sostenida en estimular el goce intelectual y estético del público.

 

Tras bambalinas

El diseño de escenografía es de Félix Arroyo; iluminación de Ángel Ancona; música original y diseño sonoro de Genaro Ochoa; vestuario de Giselle Sandiel; video de Azael Sáenz; máscaras de Felipe Lara y Gabriela Ochoa; realización de máscaras y utilería de Felipe Lara; maquillaje de Maricela Estrada; imagen gráfica de Paco Argumosa; asesoría coreográfica de Iván Ontiveros; asistencia de dirección de Adriana Hohman; asistencia de producción de Cecille Zepol, y coordinación de producción de Raúl Morquecho.

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